VAS A VER, YA TE VI QUE ME ESTÁS VIENDO

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Don Tomás sí se anda por las ramas, quiero que sepa. Pero supongo que es como el “Son de la negra”, que a todos les ha de decir que sí pero sin decirles cuándo. Y cuando digo que sí se anda por las ramas, es literal, fíjese, porque cada año de elecciones le llega chance de renovar la techumbre de la enramada que tiene en El Dorado. Ah, ¿no me diga que no conoce a don Tomás, si es re que te famoso? Todo cristiano a la redonda que quiera echarse un coco con camarones, si de verdad los desea en su punto, sabrosísimos y frescos, tiene que caerle al puesto callejero que tiene por el rumbo de las vías de la ciudad cañera. Venía el que escribe de Mazatlán, ahíto de luces, con los ojos llenos de coloridas luminiscencias luego de haber gozado la Batalla Naval que se hizo en Olas Altas; y como los desvelos medio etílicos acá nos los curamos con mariscos, no hubo de otra que hacer un quiebre en el camino para apersonarse con don Tomás. Y pues allí estaba, oiga, observando al viejón combinando salsas mágicas para darle el toque preciso al manjar que lo ha hecho célebre, cuando de repente alzo el careto ¡y no voy descubriendo a Sergio Torres clavándome la mirada!, como diciéndome: vas a ver, ya te vi que me estás viendo, con un mirar escrutador, como si estuviera enojado porque no se le hizo aquello de ser candidato al gobernador. Queriendo escapar de tan tremenda mirada, giré el cuello a otro lado y fue entonces que vi retazos de lo que fue la campaña de Eduardo Ortiz, creo que a la presidencia de Culiacán, y por otra parte había despojos de alguien más, de modo que llegué a la conclusión de que don Tomás aprovecha muy bien los deshechos que dejan las campañas políticas, que no le importa ni un tantito de qué color sea el fulano, que le valen sorbete las insignias del partido que trate la cosa, pues le basta y sobra con que los banners cuenten con las medidas precisas para arropar la techumbre. Y como que ya le hace falta otra elección, que la tiene a la vuelta de la esquina, porque la imagen de Sergio Torres ya está rasgada, está sin nariz, y por el hueco se traslucen las ramas de un árbol centenario que le da sombra al puesto de don Tomás. He de imaginar que a la vuelta de unos meses, cuando regrese por otro manjar de coco con camarones, ya no voy a ver al peleonero de Torres, ni el despojo de Ortiz, sino tal vez el careto simpático de Jesús Valdez, o el rostro universitario de Héctor Melesio Cuen, y quien quita también al tal Quirino Ordaz. Lo que no sé de cierto es si don Tomás espera a que concluyan las campañas para hacerse de los banners que necesita, o si el muy cuco los hurta a la primera oportunidad; pero lo que sí quiero decir, y digo, es que qué bueno que alguien le saque provecho a la basura electoral, así sea para cubrir del sol al lavadero de Carmina la vecina, justo como lo hace don Tomás en El Dorado. Porque ese es el punto, fíjese, porque vienen días de hartazgo con propaganda política ensuciando tanto el paisaje urbano como el rural, porque vienen tiempos de volanteo, de espectaculares inmensos, de cachuchas y camisetas, de mensajes enfadosos en los teléfonos celulares, de llamadas encubiertas de encuestas, de bardas pintarrajeadas, de estandartes colgando de postes de luz o telefonía, de dale “me gusta” por medio de las redes sociales, de córrele porque te pego y vota por mí porque yo soy el “futuro”. Digo yo que ha de llegar el día en que las campañas se hagan nada más por los medios tecnológicos de información y comunicación, digo yo que vendrán tiempos en los que se prohíba la basura en el entorno cotidiano; y también digo que ha de llegar la hora en que el Instituto Nacional Electoral desquite los millones que cobra su personal directivo para que se trepe donde deba para librarnos de tanta porquería que queda luego de la conclusión electoral. Y sí: muy rico el manjar de don Tomás en El Dorado, pero qué sensación tan rara estar cubierto por el manto de los partidos políticos, más cuando te encuentras con ese mirar tan adusto de Sergio Torres, que de mirada dulce no tiene ni tantito. Me atrevería a sugerirle a don Tomás que cuando llegue el momento de renovar la techumbre, pues que sea considerado y ponga la cara de los políticos viendo para arriba, no vaya a ser que un día algún comensal se indigeste de la impresión. Lo que sí le reconozco, para que digo que no, si sí, es que el puesto de don Tomás es democrático: no tiene distingo de partido. Y punto.

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